GOL DE CRACKS CON ALMA AMARILLA
Por teldeporte Actualizada el 24 Oct, 2016 a las 14:13 | Categorizado como En Portada, Fútbol | Con 0 Comentarios
  • VILLAREAL 2-1 UD LAS PALMAS

  • DESDE LA GRADA CURVA/TV.- POR EDUARDO FRANCESCOLI

La memoria es selectiva. Por eso el combate amarillo entre Villareal y UD será indeleble no por los tres puntos postreros de Bakambú, ni por la pelea por un penalti de Bruno y Sansone, sino por la milagrosa combinación de gol manierista y certero con que Las Palmas deleitó a los paladares del fútbol. “Chacho, ¿cuál fue el partido ese que Viera la dio de vaselina, Tana soltó la espuela, y Boateng la metió de tijereta? ¿Te acuerdas? ¡Papaso!”, recordará por siempre la memoria futbolera insular.

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PASE DE FANTASIA DE TANA

Un gol de cracks sin premio. Llevaban más de media hora los jugadores amarillos de Castellón y los jugadores fosforescentes de Gran Canaria cumpliendo fieles el guion previsto, con un arranque de partido en el que los castellonenses imponían su sólido basamento de equipo técnico, dinámico, a la par fuerte y ágil, a la vez sobrio y mágico, sin grandes nombres pero sí con grandes jugadores, mientras la UD se conformaba con no ser castigada de forma temprana, con asentarse poco a poco en el césped de un estadio, El Madrigal, que es con diferencia el que más recuerda, por dentro y por fuera, al Insular donde Las Palmas inició la construcción de su hagiografía.

Hasta que llegó el gol de cracks sin premio. Mientras avanzaba el segundero, Las Palmas iniciaba a su vez su geometría intransferible de tiralíneas, hipnotizando a los amarillos de Villareal con una sucesión de pases ora breves, ora amplios, de filigranas y danzas ante el balón, que concluyó con la frialdad de una puñalada estética, pero sangrienta: Viera, en el umbral del área, diseñó con precisión de orfebre una vaselina ligera, casi näif, que Tana convirtió en sorpresa con una espuela consciente, y que Boateng remató en escorzo desde el aire, en vuelo, con esa vocación suya de alcanzar la red llegando desde el cielo.

Un gol de cracks sin premio que en las papilas gustativas insulares vale más que tres puntos, y que se une al selecto inventario de goles rememorados: Nauzet y su volea agónica ante el Sanse, para escapar de la Segunda B; los incontables pases que culminaron en gol, aplaudido por la hinchada de San Mamés; la vaselina imposible de Guayre en el Camp Nou… Pero un gol que no llegaba de la nada. Las Palmas concluía la primera parte, en el combate amarillo, con más posesión del balón, con más pases, menos faltas y con un gol más que el Villareal.

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BOATENG NO PERDONA

La segunda parte sobró, porque ya la habíamos visto, en Sevilla. Las Palmas seguiría siendo líder de una competición en la que los partidos duraran 88 minutos, y no los 90 y añadidos de la reglamentación actual. Ahí está, ahora, el trabajo de Setién: incorporar al reloj cerebral del equipo los cinco minutos en que se pierden los resultados, se acaba la  concentración, en los que llega un Córdoba o un Sevilla o un Villareal y te destrozan la obra de arte concebida durante tanto tiempo.

Manu Trigueros, Sansone, Dos Santos, Bakambú… de repente el amarillo era un verdadero enemigo para un equipo acostumbrado en encontrar refugio en el gualda, a la par que Roque y Vicente iniciaban su constante y pertinaz declive físico, tras haber corrido, destruido, creado, combinado, defendido y ordenado al equipo sin descanso alguno. La pájara ya conocida en la UD, por la exigencia de una forma de jugar que necesita de la eficiencia y la agilidad de la cirugía, no fue remendada a tiempo por Setién desde la banda, y un penalti de Roque primero y una vía de agua en el centro de la zaga y en la prórroga, después, dejaron al gol de cracks sin premio.

Un gol en el que solo se echa de menos al amarillo. Desde que Brasil renegó del blanco, manchado por la ofensa del Maracanazo, y optó en referéndum por escoger el amarillo como el pantone del placer futbolístico y convertirse en canarinha, en la arqueología del deporte rey fue el gualda el color con que se hacían los goles dibujados. Pese al rosa-naranja chillón y fosforecente con que vestían este domingo, el espuelazo, el gol de cracks de Viera, Tana y Boateng, tiene impregnado el alma amarilla con que se fascinan los ojos de los verdaderos aficionados.

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